sábado, 20 de junio de 2015

Yo, una Menina

Hace muchos años, una adivina de esas que predicen tu futuro con exactitud incierta y conocen tu pasado mejor que una misma, me visualizó en una de mis vidas anteriores. Me dijo que había sido una mujer muy rica, influyente y noble. De esas con mucho poder, tanto, que parte de la historia europea podría haber pasado por mis manos, o más bien por mis desposorios.  Sin embargo, la riqueza no me dio sentido común, ni el don de la misericordia, ni mucho menos el de la humildad. Fui injusta con los más desfavorecidos sin importarme las consecuencias para ellos. Ahora entiendo por qué en esta vida, no soporto las atrocidades que se están cometiendo, revolviéndome por dentro la hipocresía social. Debo de estar pagando eso que llaman karma, por culpa de un pasado que no recuerdo. La pitonisa sentenció su visión diciéndome que le aparecía todo el rato el nombre de Margot. No le di mayor importancia.

Durante unas vacaciones a Viena, me fui al museo Kunsthistorisches. Paseando por una de sus salas, me paré en seco ante uno de sus cuadros. Un escalofrío me recorrió la espalda de arriba abajo, palideciendo por segundos. Mi hermana, al verme sin color y sin vida, se acercó. Me miró, observó el cuadro, me volvió a mirar: “¡Ostras, pero si eres tú de pequeña!”. No podíamos salir de nuestro asombro. La niña del cuadro se parecía mucho a mí, con los cachetes rojizos, corte de pelo parecido y semblante serio. ¿Parecidos razonables? Para mí un parecido extraordinario. Se trataba de un cuadro de Velázquez: La Infanta Margarita vestida de rosa.


Indagué sobre el personaje. Resultó ser una de las protagonistas del cuadro Las Meninas, claro que ahí ya estaba más rubia, como yo. Las malas lenguas decían que volvió loco al pintor con sus travesuras de niña inquieta, como yo. Que su piel era blanca, como la mía y que adoraba a los perros, como yo. Su figura fue muy importante en la política europea de la época, yo aún no me he presentado a las elecciones, todo se andará. Murió a los veintiún años al dar a luz a su cuarta hija. Puedo respirar tranquila, que ya le doblo la edad.




No sé qué pensar. Me quedo con el misterio que dan las anécdotas que carecen de respuesta coherente, con la empatía que tengo con la protagonista y sobre todo, con la fascinación que me produce este cuadro.

Si existe la reencarnación, puede que yo haya sido una menina, haya conocido al gran Diego Velázquez y los más íntimos me llamasen Margot. 

Manuela Guimerans Ferradás

lunes, 13 de abril de 2015

SOY UNICO E IRREPETIBLE


dibujo de María H. 2 años
 
Últimamente leemos muchos artículos que nos hablan de la poca importancia que le da la educación formal a la creatividad,  y al desarrollo de habilidades que van más allá de las aptitudes que se adquieren durante las distintas etapas escolares.

Y nosotras pensamos que la creatividad es algo que nunca habría que dejar a un lado debería ser algo transversal en la escuela, en la universidad y en toda nuestra vida.

Por eso desde nuestro humilde espacio queremos invitar a participar en un juego-concurso a todos los niños y niñas de todas las edades, no hay límites para ser niños, así que tú también puedes participar


CONCURSO
Es muuuy sencillo, solo tenéis que enviarnos un dibujo, nos da igual la técnica, la calidad, el estilo, el formato,… eso es lo bueno de dibujar, la libertad, lo que queremos es que os representéis a vosotros o a la persona más especial para vosotros por ese “super poder” que tenga, como nuestra superheroina Adela Starglasses, protagonista de nuestro ultimo cuento.

Porque de alguna manera es “diferente” y eso que os hace distintos y únicos.
Podéis decirles a vuestros hijos, nietos, sobrinos, etc que dibujen lo que vean en ellos que les hace diferente, o en un amigo o compañero de clase, eso que le diferencia, y “ojo” que no decimos que sea algo malo, queremos ver esos “superpoderes” que todos tenemos y que no siempre se ven.

Esas pequeñas cosas que hacen a cada uno de nosotros IRREPETIBLES
Los dibujos los iremos poniendo en nuestro muro de facebbok, y en nuestro blog, vosotros mismos votareis, y el día 22de Mayo el que más me gusta tenga (no os votéis vosotros mismos) ganará dos cuentos de nuestra editorial Factoría de Felicidad, que recibirá en su casa. Y si eres de los que ya tiene todos nuestros cuentos, podrás elegir otro regalo que te anunciaremos cuando llegue el momento.

Venga, a participar

viernes, 20 de febrero de 2015

¿Tú eres FELIZ?


Que responderías si te preguntaran ahora mismo ¿Eres FELIZ?
Si la respuesta es No, entonces es momento de preguntarse muchas más cosas.

Todos estamos AQUÍ por un tiempo limitado, unos más que otros, pero al final se va a acabar igualmente y lo único que parece importarnos es CONSEGUIR más y mejores cosas, cuando lo único que realmente será nuestro para toda la eternidad es la experiencia de vida que tengamos.

Buscamos tener mejor trabajo o algún trabajo, mejor sueldo, o algún sueldo, mejor casa, mejor coche, mejor restaurante, mejor perro, mejor ,mejor, mejor, y que hay de nosotros, ¿porque no somos mejores?¿porque no somos nuestro mejor YO?

No comprendo como la especie humana ha llegado a este punto, quien decidió y  en qué momento, que nuestro paso por este mundo tenía que estar rodeado de dolor, sufrimiento, guerras, torturas, rivalidad, y desgracias.

¿Por qué no somos capaces de sonreír, de compartir, de ser un poco más conscientes de VIVIR y no tanto de SOBREVIVIR?
Ojalá nunca perdiéramos la inocencia de un niño, la capacidad de querer incondicionalmente, la libertad para llorar, reír, besar o abrazar a un ser querido, sin corsés, sin normas, sin miedo y sin pudor.
No somos lo que queremos ser, no hacemos lo que queremos hacer, y no vivimos lo como desearíamos vivir.

Miro a mi alrededor en esta habitación desde la que escribo y veo cosas, cosas y más cosas, no tanto por la cantidad sino por inerte de su propio ser; recuerdos, trastos, chismes útiles y otros no tanto, algunas de estas cosas me gustan, otras han llegado hasta aquí por determinadas circunstancias y ahora no sé cómo deshacerme de ellas, pero no dejan de ser cosas. Si cada uno de nosotros miramos a nuestro alrededor, desde dónde y cómo leamos esto, casa, oficina, metro, en el móvil, Tablet, ordenador, etc. veremos un escenario parecido.

Pero si tienes que elegir una sola de esas cosas para ser FELIZ, ¿cual eliges?

Lo más seguro es que ni una sola de esas cosas te haga feliz, lo más seguro es que la felicidad esté asociada a algún recuerdo que una cosa determinada te aporta, y lo más probable también es que ese recuerdo tenga a otras personas como protagonistas. Y si piensas bien, ¿no crees que son esas personas, esas experiencias las que más feliz te harían?

Vivamos como seres sociales que somos, con otros seres como nosotros, y como nosotros son TODAS LAS PERSONAS que pueden sentir lo que tu sientes, que igual que tú y que yo no saben vivir, porque la sociedad nos ha enseñado a sobrevivir, pero no a vivir, y nos toca aprender y enseñar a los que podamos, a los que viene detrás, que casi todo lo que hemos aprendido está mal.

Si de los errores se aprende, tenemos unos cuantos años de historia para aprender y no repetir.

martes, 20 de enero de 2015

El egipcio

Trabajo en el departamento de administración de uno de los hoteles con más solera e historia de mi ciudad.

Los trabajadores somos como una pequeña familia que convivimos en una torre de Babel, mezclándonos entre diferentes ideologías políticas, sociales y religiosas. El respeto mutuo hace que la armonía sea una constante en nuestra rutina laboral.

El verano pasado ocurrió un suceso que se quedó grabado en un rincón de mi memoria.

Trabajaba de camarero un apuesto joven con unos ojos negros que cuando te miraban te podían trasladar al no tan lejano Oasis del desierto, haciéndote creer que la fascinación de algún antepasado tuareg habitaba en sus pupilas.


Solía tropezarme con él en la escalera o en el ascensor de personal. Nos intercambiamos opiniones sobre el tiempo o nos reíamos con las bromas de alguna camarera de piso. Siempre me regalaba una sincera sonrisa acompañada de una palabra amable. Una sonrisa que no solo se reflejaba en su boca, también en su enigmática sonrisa de hombre del desierto.

Eran las tres de la tarde, cuando entró una ráfaga de aire fresco en la oficina. Con más ganas de hacer la siesta que de seguir enterrada en papeles, ver entrar al egipcio fue todo un descanso para mis ojos.

Le habían mandado a la administración a sacar fotocopias de unos documentos, algo inusual para un camarero. Me acerqué a explicarle cómo funcionaba la tan temida fotocopiadora. Él haría lo mismo si yo tuviese que aprender a usar la máquina de café.
Fotocopió sus papeles y se marchó, dejando su mochila de color negro al pie de la fotocopiadora. Hacía calor, mucho calor. La oficina enmudeció. Nos miramos unos a otros en silencio, haciéndonos la misma pregunta: ¿Por qué se ha dejado la mochila aquí?


Durante un corto espacio de tiempo, el ambiente se hizo tenso, irrespirable. Nadie se atrevía a acercarse a la mochila.

–Oye –las palabras iban acompañadas con una risa nerviosa– que se ha dejado la mochila ahí.
–Y si…
–Nooo, que va. ¿Te imaginas?

La duda nubló nuestros prejuiciosos pensamientos. ¿Y si en esa mochila había algo más que papeles o ropa de trabajo?

–Hay que avisarle de que se ha dejado la mochila aquí –dijo el jefe, que no las tenía todas consigo.

No tardó ni cinco minutos en regresar, entrando casi sin respiración.

–Ups, que me he dejado la mochila aquí. ¡Qué despiste! Gracias por guardármela. Bueno, chicos, que tengan buena tarde. Hasta mañana.

Tras cerrar la puerta, todos suspiramos de alivio, incluida yo. El silencio se difuminó de la misma manera que aquella mochila dejó de ser “algo” sospechoso e inquietante.

–Buff, ¿se imaginan que hubiese habido una bomba ahí dentro? –reía uno de mis compañeros.
– ¡Qué burro eres, tío!
–Sí, sí, seré burro, pero todos lo hemos pensado.
–Joer, pues a mí sí que se me ha pasado por la cabeza. ¿Se imaginan? Eso sí, estábamos demasiado tranquilos si hubiese sido cierto –dijo el más veterano.

Creo que aunque solo hubiese sido por un instante, todos pensamos que esa mochila contenía una bomba o algo que pudiese explotar. ¿Que fuimos prejuiciosos? Sí. ¿Qué estuvo mal? Me arrepiento.

Me sentí fatal por pensar que un chico tan amable, quizás musulmán, o tal vez cristiano, con una sonrisa que te alegraba el corazón y unos ojos que te podían enamorar, pudiese ser un terrorista. Un fanático que no le importase inmolarse por una causa en la que el odio es el que maneja los hilos de su marioneta. Y todo por un puñado indecente de vírgenes esperándole en un supuesto paraíso celestial.

Tuve ese terrible prejuicio de mirar con los ojos del miedo a un hipotético terror que por fortuna nunca llegó a existir.

Sí, soy culpable de pensar mal. Porque no es la primera vez que alguien deja una mochila en un tren y este sale volando por los aires con los sueños de los que iban en él. No es la primera vez que alguien deja una mochila en un mercado atestado de inocentes y riega de sangre un futuro que jamás se hará presente. No es la primera vez que alguien deja una mochila en un hotel y las vacaciones se han terminado para siempre.

No es la primera vez, aunque me gustaría que fuese la última.

Manuela Guimerans Ferradás