lunes, 23 de septiembre de 2013

Yo de mayor quiero ser como ellas

Yo de mayor quiero ser como ellas. Mujeres de todo tipo y condición. Rubias, morenas de pelo corto, melenas rojas, de pelo trenzado, hasta con el cabello lila para tintar todas las canas que cubren ya sus años.
Mujeres cansadas muy casadas, viudas solitarias en compañía, solteras solteronas divertidísimas, divorciadas liberadas, madres con o sin hijos, abuelas.

Mujeres que un buen día de forma voluntaria u obligada por sus circunstancias, lo dieron todo por su familia. Han sido enfermeras sin sueldo, maestras sin vacaciones, amantes desinhibidas, aprendices de cocineras, expertas en guardarse para sus adentros, sus penas.

Algunas lo dejaron todo por lo que creían su gran amor, hoy arrepentidas o no, siguen caminando con la cabeza alta. Otras fueron solo amantes, sin anillo, sin fines de semana, sin cenas de Navidad, meras observadoras de otra vida en la sombra. Unas pocas decidieron pronto que la persona a la que más amarían sería a ellas mismas. Otras nunca se dieron cuenta de tal verdad y algunas aún no lo han descubierto.

Hoy, en el invierno de sus vidas, se dedican a ellas mismas. Se han dado cuenta que lo dieron todo por los demás, dejándose en la carretera de su existencia sus mejores años. Ahora vuelven a sonreír. Se han vuelto independientes hasta de ellas mismas, y disfrutan cada fragmento de vida como si fuese el último tramo.

Aprenden algo nuevo, abren su mente al mundo, salen solas o en grupo. Se apuntan a talleres de manualidades, escritura o pintura. Aprenden a patinar, montar en bici o hacer fotos. Yo las he visto bañándose a las siete de la mañana en la playa. No se quedan en casa, tristes, sentadas en su sofá. Se van al cine, meriendan, se divierten. Las más aventureras se van de viaje, quieren que sus ojos cubiertos por la niebla de los años, vean nuevas ciudades que solo antes veían a través de sus televisores. Y cuando se van de baile, no hay quien las pare. Son todo un ejemplo a seguir.

Muchas de ellas, suelen adoptar un perro, en lugar de atender a su nieto que las vuelve locas. Salen con su mascota convertida en su familia, a sentir la luz de la vida, y esta, les parece un poco menos injusta.

Todas han trabajado mucho, incluso más que algún varón. Pero no me meteré con los hombres, no se trata de una lucha de género. Simplemente, un homenaje a nuestras mayores, sean o no abuelas.

Para mí, son todo un referente. Yo de mayor quiero ser como ellas. Quiero bailar, sacar al perro, pasear, hacer fotos, ir al cine, merendar, viajar, leer, escribir, soñar…


Ellas también cuentan…

Manuela Guimerans
Septiembre'13

martes, 3 de septiembre de 2013

¿Indignada o gilipollas?


Anoche, mientras mi perrita me sacaba a pasear, conocí a dos señoras de mi barrio que iban con sus fieles amigos, y entra palabra y palabra me contaron que en la casa amarilla vivían unos “okupas”, liderados por una de esas chicas llamadas “alternativas”.
La chica en cuestión se metió en la casa, cambió la cerradura e invitó a todo su “equipo” a vivir con ella.
Un pisito gratis en primera línea de La Playa de Las Canteras, con sus cables enganchados al poste más cercano para no perderse su programa favorito en su nueva televisión de plasma, que entraron hace dos días por la puerta principal.
La historia no queda aquí, no. La “tipa” en cuestión, ya había “ocupado” otro edificio con su pandilla de hippies, alternativos o como quieran llamarlo, con ropa de marca, cara y que se hacen diferenciar del resto de vecinos por llevar unos cortes de pelo diferentes para que no se metan con ellos. No me malinterpreten, no tengo nada en contra con su forma de vida, lo que ocurre es que parece que el que hace mal las cosas somos el resto.
Estas señoras, vecinas de su misma calle, me detallan que el Ayuntamiento de mi ciudad, quitándole lo de “Ilustre”, y lo escribo sin morderme la lengua, los había echado de otro inmueble “okupado”. A esta chica en cuestión, le paga durante nada más y nada menos 6 meses el alquiler de un nuevo piso por el barrio hasta que encontrase otra casa. ¿Verdad o mentira? No lo sé, no lo he podido contrastar. Si es verdad, me dan escalofríos. Si es una mentira, me sorprende que ella se paseara por la calle orgullosa de su hazaña. Y no es que no tengan recursos y sean pobres, no, es su modo de vida. Algunos hasta les aplauden.
Nadie dice nada, nadie hace nada y hay que cerrar la boca.
Si yo, trabajadora, que cada día madrugo para ganarme el pan, sobrevivir en esta sociedad, dejo de pagar una cuota de mi hipoteca, me echan de mi casa. A estas personas se le pagan una y le permiten estar en otra. Si yo no pago la luz o el agua, me la cortan, y no digamos si dejo de pagar el IBI o cualquier otro impuesto, me embargan e incluso podría acabar en la cárcel. Quizás sea yo la equivocada por haber escogido este tipo de vida, o la que me han conducido mis circunstancias. Trabajo, no le robo nada a nadie y me siento estafada socialmente.
¿Indignada? No, gilipollas. Una se siente gilipollas porque no tengo protección de nadie cumpliendo las normas establecidas. Se ríen en nuestras caras.
Esta gente “invade” propiedades y no pasa nada, mientras familias enteras son desahuciadas y expulsadas de sus hogares sin llegar a fin de mes. ¿Qué clase de sociedad estamos formando?
Y pobre del que quiera meterse en esas casas porque no tiene recursos, los propios “okupas” se han hecho propietarios y no les permiten el paso, cambian cerraduras y son los nuevos dueños, así de simple. Ni se te ocurra meterte en su feudo, sacan las uñas y te muelen a palos, aunque vayan de pacifistas. No les toques lo que ahora es suyo. ¿Contradictorio, no?
Claro está que si hay casas que los bancos tienen vacías, se deberían alquilar o reutilizar de alguna manera positiva para los más desfavorecidos. Buscarles una utilidad, una solución. ¿Y si esa casa perteneció a una familia que ahora no tiene dónde dormir?
También me entero, que una ocupante de ese edificio, tiene un coche y ha solicitado al ayuntamiento un permiso especial para poder aparcarlo en su calle, que es peatonal. ¡No me fastidies! Posiblemente mi querido ayuntamiento se lo concederá a costa de mis impuestos, claro está. Este es solo uno de los muchos ejemplos que se están viviendo en mi barrio cada día.
Como dice el rico refranero español: “Encima de puta pones la cama”, con todo mi respeto a las meretrices de mi barrio, que las pobres tienen bastante con lo suyo y seguro que no invaden ninguna vivienda ajena.
Somos auténticos borreguitos gilipollas. ¿Qué suenan mal estas palabras? No lo niego, están en el diccionario. Desde mi punto de vista, suena peor que se estén riendo de una, primero el Gobierno, luego los bancos y ahora los “okupas”.
Adoro vivir en mi barrio, en Guanarteme, pagando mi luz, mi agua, mis impuestos, mi hipoteca, mis mil y una facturas. Odio que se rían en mis narices cada día personas que van de pobres cuando no lo son. Faltando el respecto a los que de verdad no tienen para subsistir.
Tengo miedo de regresar a mi casa tras el paseo perruno, no vaya a ser que algunos de estos pseudo hippies estén sentados en mi sofá o me hayan cambiado la cerradura de mi puerta.
 
Wirakocha