Anoche, mientras mi perrita me sacaba a pasear, conocí a dos
señoras de mi barrio que iban con sus fieles amigos, y entra palabra y palabra
me contaron que en la casa amarilla vivían unos “okupas”, liderados por una de
esas chicas llamadas “alternativas”.
La chica en cuestión se metió en la casa, cambió la cerradura
e invitó a todo su “equipo” a vivir con ella.
Un pisito gratis en primera línea de La Playa de Las
Canteras, con sus cables enganchados al poste más cercano para no perderse su
programa favorito en su nueva televisión de plasma, que entraron hace dos días
por la puerta principal.
La historia no queda aquí, no. La “tipa” en cuestión, ya
había “ocupado” otro edificio con su pandilla de hippies, alternativos o como
quieran llamarlo, con ropa de marca, cara y que se hacen diferenciar del resto
de vecinos por llevar unos cortes de pelo diferentes para que no se metan con
ellos. No me malinterpreten, no tengo nada en contra con su forma de vida, lo
que ocurre es que parece que el que hace mal las cosas somos el resto.
Estas señoras, vecinas de su misma calle, me detallan que el Ayuntamiento
de mi ciudad, quitándole lo de “Ilustre”, y lo escribo sin morderme la lengua,
los había echado de otro inmueble “okupado”. A esta chica en cuestión, le paga
durante nada más y nada menos 6 meses el alquiler de un nuevo piso por el
barrio hasta que encontrase otra casa. ¿Verdad o mentira? No lo sé, no lo he
podido contrastar. Si es verdad, me dan escalofríos. Si es una mentira, me
sorprende que ella se paseara por la calle orgullosa de su hazaña. Y no es que
no tengan recursos y sean pobres, no, es su modo de vida. Algunos hasta les
aplauden.
Nadie dice nada, nadie hace nada y hay que cerrar la boca.
Si yo, trabajadora, que cada día madrugo para ganarme el pan,
sobrevivir en esta sociedad, dejo de pagar una cuota de mi hipoteca, me echan
de mi casa. A estas personas se le pagan una y le permiten estar en otra. Si yo
no pago la luz o el agua, me la cortan, y no digamos si dejo de pagar el IBI o
cualquier otro impuesto, me embargan e incluso podría acabar en la cárcel.
Quizás sea yo la equivocada por haber escogido este tipo de vida, o la que me
han conducido mis circunstancias. Trabajo, no le robo nada a nadie y me siento
estafada socialmente.
¿Indignada? No, gilipollas. Una se siente gilipollas porque
no tengo protección de nadie cumpliendo las normas establecidas. Se ríen en
nuestras caras.
Esta gente “invade” propiedades y no pasa nada, mientras
familias enteras son desahuciadas y expulsadas de sus hogares sin llegar a fin
de mes. ¿Qué clase de sociedad estamos formando?
Y pobre del que quiera meterse en esas casas porque no tiene
recursos, los propios “okupas” se han hecho propietarios y no les permiten el
paso, cambian cerraduras y son los nuevos dueños, así de simple. Ni se te ocurra
meterte en su feudo, sacan las uñas y te muelen a palos, aunque vayan de
pacifistas. No les toques lo que ahora es suyo. ¿Contradictorio, no?
Claro está que si hay casas que los bancos tienen vacías, se
deberían alquilar o reutilizar de alguna manera positiva para los más
desfavorecidos. Buscarles una utilidad, una solución. ¿Y si esa casa perteneció
a una familia que ahora no tiene dónde dormir?
También me entero, que una ocupante de ese edificio, tiene un
coche y ha solicitado al ayuntamiento un permiso especial para poder aparcarlo
en su calle, que es peatonal. ¡No me fastidies! Posiblemente mi querido
ayuntamiento se lo concederá a costa de mis impuestos, claro está. Este es solo
uno de los muchos ejemplos que se están viviendo en mi barrio cada día.
Como dice el rico refranero español: “Encima de puta pones la
cama”, con todo mi respeto a las meretrices de mi barrio, que las pobres tienen
bastante con lo suyo y seguro que no invaden ninguna vivienda ajena.
Somos auténticos borreguitos gilipollas. ¿Qué suenan mal
estas palabras? No lo niego, están en el diccionario. Desde mi punto de vista,
suena peor que se estén riendo de una, primero el Gobierno, luego los bancos y
ahora los “okupas”.
Adoro vivir en mi barrio, en Guanarteme, pagando mi luz, mi
agua, mis impuestos, mi hipoteca, mis mil y una facturas. Odio que se rían en
mis narices cada día personas que van de pobres cuando no lo son. Faltando el
respecto a los que de verdad no tienen para subsistir.
Tengo miedo de regresar a mi casa tras el paseo perruno, no
vaya a ser que algunos de estos pseudo hippies estén sentados en mi sofá o me
hayan cambiado la cerradura de mi puerta.
Wirakocha
me uno a tu indignación, la otra palabra no me atrevo, pero porque no digo palabrotas, no porque no me una a ti.
ResponderEliminarestoy de acuerdo en que los edificios y son muchos, vacíos, deberían ser gestionados mejor y darles una "ocupación" legal para quien lo necesite o merezca.
Espacios auto gestionados con fines sociales SI; espacios "okupados" por lucro NO